15.8.06

despierta

Hay días extraños, grises, en los que me miro al espejo indirectamente y me pregunto cómo se siente uno al gustarse a sí mismo.
En algún sentido.
Acaso vale la pena jugárselo todo a la carta de la adrenalina constante. Ese as de corazones rotos, irreparables.

Cuando uno es muy joven acepta la vida como un videojuego, pocas cosas parecen reales y la muerte queda tan lejos que apenas se piensa en ella, uno actúa sin juicio, como si hubiera más vidas en stock. Un stock ilusorio.
Cada exceso, cada minuto perdido, cada amistad inoportuna, todo acaba pasando factura, pesando sobre nuestro presente y transformado el futuro que queríamos en el que nos ha tocado.
He pensado tantas veces en el destino, en la suerte, que a veces hasta caminar me aterra, cada movimiento tiene la trágica capacidad de condicionar al que viene y al que ya nunca vendrá.

Y consciente por fin de que el pasado no vuelve, que es imposible viajar en el tiempo en mi mundo absurdo, meto la cabeza debajo de la almohada y me limito a no tomar ninguna decisión en la película en que he convertido mi vida, donde no soy más que una mala actriz secundaria que consiguió su papel en un casting para mujeres atrapadas en ciudades contaminadas.

Si fuera otra...

Si fuera otra tendría mil planes para mí misma.
Pero no soy otra.
Sólo sigo siendo yo.

Ácida S.

1.8.06

storm



Hoy es uno de esos días en que mandaría a tomar por culo a todo Cristo y me cagaría en Dios setenta veces siete.
Sí.
No soy católica lo han adivinado.
Me da vergüenza la especie humana.
Encima llego a casa, leo esto http://www.lucia-etxebarria.com/diario/?p=28 y alucino, definitivamente lo que pide el destino de mí es sólo mi suicidio. Una muestra de mi fe en nada. Soltar la cuerda.

Estoy avocada al fracaso de mi propia felicidad por exceso de empatía? Quizá todos los hijos de la gran puta que carecen de ella la dejaron en el vaso del que yo bebí. Aquella vez que tanta sed traía.
Y aun así, aunque soy demasiado sensible y lo sé [y me aplaudo] hoy no respondo de mi agresividad, de la violencia que por una serie de detalles insólitos he ido atesorando a lo largo del día. En mi frasco de injusticias. [Ya casi lleno]

Gritaría a un niño de 5 años que no para de darme el coñazo y a la estúpida de su madre por no saber educarlo. Le diría a esa caradura sin vergüenza y rastrera que dejara de tomarnos el pelo a todos, que no somos tontos. Le plantaría cara a los cuatro hijos de la gran puta que se esperaron a que terminara de pasar para decirme semejante guarrada. Justo cuando darme la vuelta para contestarles ya era hacerles demasiado caso.
Yo me acepto como soy, pero reconozco que en muchas ocasiones desearía ser tan alta como la luna, y tan fuerte como conan… tener dos colmillos de veinte centímetros y echar fuego por la boca.
Sólo para que la próxima vez que pase por delante de una obra y algún albañil o tirado de la calle decida proponerme algo, pueda darme la vuelta y contestarle, para después, sin dejar de sonreír en ningún momento, poder sacarle las tripas y ahorcarle con ellas en una farola del barrio, mientras les hago tragar uno a uno todos los parquímetros de la zona azul. Me encantaría. Disfruto imaginándolo en mi mente.
Pero hasta ahora, con mi metro sesenta (que no llega) y mis 45 kilos de peso (que tampoco llegan..) lo único que puedo permitirme es apretar los puños, hacer como que no he oído nada y cagarme en toda su puta madre durante el resto del día.
Eso de “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio” me parece estupendo, pero si cada vez que un cerdo nos dice una burrada pudiésemos poner en práctica la táctica del parquímetro… seguramente este problema social de carencia de educación básica, desaparecería completamente.

Lástima que algunos colectivos no apoyen mi método… pero no os preocupéis que cada vez somos más las que lo queremos poner en práctica.
Ácida S.