18.9.04

cosas

Es verdad. Las lágrimas se acaban.
Supongo que todo depende de cómo las repartamos.
Yo las he gastado todas en los primeros años de vida, por eso ahora ya no me quedan. Ni una gotita.
Es una ventaja porque ya no me tengo que aguantar en el cine cuando veo una película que me emociona, aunque cuando estoy triste o me irrito no puedo desahogarme y pongo caritas como de llorar pero nada. Los ojos secos como dos trapos.
Puede parecer una tontería pero echo de menos esos afluentes que manaban de mis lacrimales, pupilas dilatadas, mejillas irritadas, dolor de tráquea incluso… y luego la calma. La adrenalina, esa sensación de haberlo sacado todo hacia fuera, y que las penas se hubiesen evaporado con toda su sal.
No me queda nada de eso, así que he decidido canalizar todos mis episodios dramáticos hacia la alegría, al principio era complicado pero ahora ya no puedo parar. Como quien dice... con el paso de los años, uno aprende a llorar riendo.
Cada pequeña cosa, cada detalle, hormiguitas en el suelo, nubes con formas de huesos, miradas, sonrisas, guiños de ojos, “gracias”, quizá nunca sepas que todos los días veo tu cara en el sol, esa canción, tu olor, calor por las noches, háblame bajito, piel suave con gel Sanex, el viento en mi pelo, tu voz por teléfono... y más detalles. Infinidad de cositas a las que me aferro para estar tranquila, cosas que son capaces de enterrar todo aquello que me hacía daño. Reitero una vez más que es la sensibilidad lo que me ha hecho más fuerte. Darme cuenta que no importa nada porque yo soy única y no hay en todo el universo otra como yo. Con eso me basta.
Y contigo me sobra. Paso de negro a blanco y suma. Y sigue. Continúo con mi sonrisa para hacerte feliz, dejo todo a un lado y me concentro, negro, blanco, negro... rojo pasión lo que tu quieras, pero no pierdas nunca la capacidad de emocionarte.

No hay comentarios: